Pasadizos

En uno y otro caso, el amor es un alcázar con pasadizos secretos por donde suelen extraviarse nuestras almas. Gonzalo Fragui(1960)

viernes, junio 30, 2006

Fuego al fuego

...

Dar con fuego al fuego

no es precisamente el coro de un grupo de rock

no es Jim Morrison ni la banda de las puertas

no es William Blake y su matrimonio del cielo y del infierno

soy yo quien se incendia

es este cuerpo y son estas manos que se incendian

ten compasión de mí

pero enciende mi fuego que ya es fuego

esperando el abismo

de tus ojos

como chispas secretas

en el vientre de Dios

enciende mi fuego.

jueves, junio 22, 2006

El olor de los cítricos


Mi primo, Dagoberto Nogales, a quien desde que tengo memoria le dicen Dago, es un hombre rudo, y cuando éramos niños no se cansaba de desafiar a cuanto camba pasara por su delante para entreverarse entre puñetes hasta romperles la nariz, o hacerles sangrar los labios. Como no soy poeta –creo que ya se ha podido ver este defecto en el post anterior- mal puedo cantar en verso las cosas groseras que gritaba desde la rama larga que servía de salto para zambullirnos en el río Blanco. Así que me entretuve con el vaquero tarde y noche estos días pasados, pues me llegó de improviso desde el Beni con su cara de buenos amigos, diciendo: “Pariente, se acabó el fastidio, ahora a burisear como Dios manda”. ¡Qué mostachos más fieros! y en el pelo ya se notaban algunas tiras blancas que no eran de vejez, sino yo creo que de puro deseos de vivir levantando faldas. Un hombre atroz, dirían mis amigas, pero qué se le va hacer, así es mi primo Dagoberto, y sí, purito corazón, con una ingenuidad de río, diría yo, que pasa y pasa sin meditar qué es lo que toca en la orilla y qué se lleva por delante, y al fin agua, y al fin río.

Pues bien, mi primo y yo nos fuimos de parranda. Una fiesta aquí, otra fiesta allá –no sé de dónde las conseguía, solamente recuerdo su sonsonete: “Usted, pariente, es de los que ya no hay. Vive un montón de tiempo entre los crucos, es encima de cuentas local, y nada, ni una hembra. Pero no se preocupe que aquí me tiene, como un papayo macho, pa’ saciar su sed”. Entonces llegábamos de repente a una de aquellas casitas de la Villa Primero de Mayo, o del Plan 3000, y nos metíamos al patio donde alguien había alquilado un servicio de amplificación, y meta a bailar merengue. Como yo no conozco los pasos, metía la pata a cada momento, mientras la ocasional muchacha me miraba con picardía, diciendo: “No se preocupe, mi amor, que yo le enseño”. Y un, dos, un, dos, me veía haciendo los pasos y dizque echándole al baile. Como ya andaba un poco mareado –por los “rebajaditos” que acostumbran estos amigos”- no me daba cuenta de Dago, que en un santiamén desaparecía y se llevaba consigo a alguna de las mozas de la fiesta. Un condenado el primo.

Al final me cansé de tanto buri –que así no más le llamaba Dagoberto-, y opté por no querer salir. Me dijo que lo que yo tenía era una “burrera” y que la calmaría “enseguidinga”, de un soplido que le daría al celular. Pues, para que sepan mi estupidez, cándidamente, los primeros días le conté lo de Carolina, y el tipo se lo tenía muy guardado, pero sacó a relucir el asunto. “Aquí se acaba el bochi, dijo. Déjame que yo finiquito el pleito de un envión”. Les aseguro que se me pararon los pelos, hice lo que pude y lo que no pude para que no toque vela en este entierro, pero nada, el primo estaba destinado a hacerme la caridad.

El asunto es que la llamó por teléfono. Haciéndose pasar por mí –y aclarándome que hablaría, imitándome, como cruceño abrasilerado- , le dijo muchas cosas, entre ellas recuerdo las siguientes frases. “Sí, como te has podido dar cuenta, mi corazón te quiere, mi alma te quiere”. En otro momento, recuerdo que dijo: “Hoy sí, te confieso que sufrí por lo que me hiciste esperar aquel día, que aunque antes afirmé que no era nada, la verdad es que me dolió, fue muy duro recuperarse, y pensar en ti y soñar contigo como si estuviera obsesionado y lo estoy, te juro que lo estoy, porque te quiero.” Cosas así, mezcladas con algunos apelativos que yo jamás en la vida los habría pronunciado, que “agüita de canela del monte”, que “estrellita certera”, que “luna del bajío nuevo”, y el colmo fue cuando lo oí decirle “sinfonía de itaúbas”, o “cachuela de trinos y amor” y yo ya no sabía dónde meterme y no quería gritar, que no era yo, para no quedar mal con mi primo y con ella. En fin una tarde embarazosa. Terminó diciendo que necesitaba verla y que debía ser esa tarde misma y sí en la Plazuela Blacutt, al frente de Telecel. Y me despachó a su cita. Yo, como pueden imaginar quedé totalmente anonadado, claro que Dago no se da por vencido y al fin, medio remolón, me fui nomás a cumplir mi destino con la cola entre la piernas; pero no me van a creer y la cosa resultó. Así que ya tengo corteja y el amor me llegó como una explosión lunar (no sé lo que es una explosión lunar, tampoco, lo que es el amor). Mi primo ya regresó a sus pagos. Yo intento desahogar esta mi alegría, nueva como la hoja del naranjo que recién brota, nos asombra y nos anuncia que el futuro tendrá profundo olor de cítricos. Así que, en descargo –¿Para qué otra cosa si no sirve la palabra?-, publico este post.

martes, junio 20, 2006

Arenosa



Te he visto en la estúpida plaza
gritar como un camello
mientras la noche se pierde
en este desierto
vida

arenosa
.... arenosa
arenosa
.... arenosa
arenosa

miércoles, junio 07, 2006

Sin cara y sin mojón


Estaba perdido, cierto. Ningún post en los últimos días, mudo ante el blog, lo reconozco; pero qué hacer cuando uno se planta ante el espejo y se dice: “Ché, estás haciendo el idiota. ¿Qué creés que van a decir en el blog? ¿Haciendo el ridículo con Carolina, con tus amigos, con el mundo?”, uno descubre precisamente que ha perdido la cara. Sin rostro, el caminar se hace imposible, ¿dónde está el agujero de los ojos?, ¿dónde el tajo de la boca, torcido y la risa sardónica?

Ahora de vuelta, regreso al río del blog.

Y para pintar la cosa, diré que así iba, descarado, vagabundeando por el casco viejo, cuando me tropecé con la exposición que hacen en el Centro Patiño sobre Le dernier cri, un camión en el que se han subido autores del comic desde hace diez años, Caroline Sury (Francia), Ota Keiti (Japón), Doctor Good (Suiza), Stu Mead (U.S.A.), Julie Doucet (Canadá), Mirka Lugosi (Francia), Reinhard Scheibner (Alemania), Manuel Ocampo (Filipinas), Fredox (Francia), Gary Panter (U.S.A.), liderados por Pakito Bolino, "Allí vive el arte”, dice Bolino, “y el arte muerto”. Las calaveras, la sangre coagulada, el horror y la violencia de los médicos pueden ser morbosamente destacados en el trabajo de Le Dernier Cri. Esta editorial casa-arte colectiva francesa de la cuál Bolino y Caroline Sury son fundadores, no construye preguntas, aunque, aquella vida - la vida feroz, vibrante y caótica – se parece al pulso por cada gota de tinta que ellos imponen.

En su web, Le Dernier Cri, además de sus obras, publicaciones y películas, también se atreven con la música en la sección “NOIZ”, en la que podemos descargar unos cuantos mp3, súper ratas.

Aquí paro este post, hecho con todo el ruido de los días, y me voy volando para la Feria del Libro. Hoy veo que estará Claudia Peña y una mesa de escritores jóvenes, donde espero dilucidar quién es la mujer habitada, dueña de jardines verdaderamente desconcertantes. El sábado presentan libros Edmundo Paz Soldán y Gary Daher. Por sus flores y ramas de jacarandá los conoceréis, ¿no es verdad, Toborochi Urbano?